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No.

¿Cuántos significados puede tener un sencillo, directo y tajante «no»? ¿Cuántas veces se tiene qué repetir ese monosílabo antes de que un hombre promedio entienda su significado?

Pareciera que se precisa de un texto similar a un Manual del Usuario, para que el hombre adulto entienda que su hija, sobrina, ahijada, vecina, alumna o niña desconocida tiene un poder real al pronunciar no, ya sea cuando le pide que lo salude, le ofrece un dulce o la quiere cargar para darle un abrazo. Debiera ser suficiente la voz de la niña, sin necesidad de la intervención, oportuna o tardía de la madre, la tía, la abuela, para que aquel hombre adulto desista en su intención de insistir.

El mundo del deber ser no siempre se corresponde con la realidad, y no todas las niñas son escuchadas, ni todas tienen a su alrededor a una persona adulta que vele por la validez y fuerza de ese no que desde su infantil y poderosa estatura debiera ser siempre suficiente. Y entonces la niña crece, y el no se diluye en fórmulas de supuesta educación y buenas maneras, que no son más que mecanismos impuestos de colusión con hombres acosadores y abusadores.

Porque no es cierto que debamos darle un beso y un abrazo a todos los miembros de la familia cuando tales miembros lo solicitan, como tampoco es cierto que las mujeres estamos obligadas a responder con una sonrisa el elogio no solicitado de cualquier
persona, conocida o no.

Porque no es cierto que somos menos educadas si rechazamos un saludo de beso en la oficina, como tampoco es cierto que las «buenas» opiniones no solicitadas sobre nuestras corporalidades elevan nuestra autoestima, ya sea que la opinión en cuestión venga del amante, la amiga o el compañero de oficina.

Porque no es cierto que el arte de la seducción consiste en insistir hasta conseguir el objetivo, como tampoco es cierto que no podamos decir que no cuando ya aceptamos la invitación, la cena, el regalo, el anillo o la boda.

No. Voy a repetirlo, hasta que se me canse la lengua, hasta que me sienta en mi piel cada vez que junto ese bonito par de letras: No. Para levantar la voz por nuestros derechos nunca es tarde: todos los días cuentan.

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